lunes, mayo 19, 2014

Redes sociales. Sede del nuevo poder simbólico

Las RRSS devuelven a la plaza pública su capacidad esencial de generar los contenidos simbólicos sobre los que sustentar el cambio social. Instituciones como iglesias, partidos o empresas ceden poder en tanto en cuanto dejan de controlar el proceso informativo que, de forma monopolística, atesoraban con la galaxia Gutemberg. Convertidos los ciudadanos en medios de comunicación unipersonales se elaboran tantos contenidos simbólicos como grupos de mutuo interés se conforman. El discurso universal y monolítico cede progresivamente espacio a la creación de infinidad de discursos.

Sin embargo, si en la plaza pública anterior a la imprenta todos podían hablar, poco eran los que estaban en condiciones de elaborar discursos simbólicos aglutinadores. La irrupción de las redes sociales en internet posibilita, sin embargo, junto a un proceso de consumo bulímico de información, la creación de una ingente multiplicidad de contenidos simbólicos. Algunos de ellos, como hemos visto recientemente, en la antigua plaza pública quedarían condenados al olvido. Sin embargo, la viralidad de la red, multiplicada por la sobrexposición que generan los propios medios de comunicación multiplican la relevancia de mensajes que, no siendo viralizados por nodos de influencia, tendrían un nicho muy pequeño de desarrollo.  



Sin embargo, el propio modelo de medios de comunicación de masas, ávido de rescatar tendencias de la red, pone en valor discursos marginales que conllevan el cuestionamiento de la misma red. Un espacio que pone en riesgo su supervivencia y con ella la de los hasta ahora modelos simbólicos globalizados. De esta manera, a un modelo social y comunicativo enfermo se le inocula, atenuado, el propio virus que le castiga. Esto es, se crítica la posibilidad de crear modelos simbólicos que no están sometidos al control globalizado existente durante la primacía de la galaxia Gutemberg. Se difunde así a través de los Mass Media el miedo a un cambio usando los viejos sistemas. Un último extertor de un modelo que olvida que la red ha devuelto el poder al ágora pública y que sólo clausurando la red se le podrá de nuevo arrebatar.


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